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Nuestros mayores, sembraron antiguamente... Martes, 16 de febrero 2021 - (Reflexión)

  • Eduardo Ibáñez García
  • 15 feb 2021
  • 3 Min. de lectura

Tiempo Ordinario I – Ciclo B

Sexta semana

Martes 16 de febrero – 2021

  • Primera lectura: Génesis 6, 5-8. 7, 1-5. 10

Viendo el Señor que, en la tierra, la maldad del hombre era muy grande y que sus actitudes eran siempre perversas, se arrepintió de haber creado al hombre; y lleno de profundo pesar, dijo: “Borraré de la superficie de la tierra, al hombre que he creado; y con el hombre, también a los cuadrúpedos, reptiles y aves; pues estoy arrepentido, de haberlos creado”. (Génesis 6, 5-7)

Dios bendice a su pueblo, con la paz. Hijos de Dios, glorifiquen al Señor, denle la gloria que merece. Postrados en su templo santo, alabemos al Señor. (Salmo: 28, 1-2)

  • Evangelio: San Marcos 8, 14-21

El evangelista San Marcos, proclama que, cuando los discípulos, iban con Jesús en la barca, se dieron cuenta de que, se les había olvidado llevar pan, sólo tenían uno. Jesús, les hizo esta advertencia: “Fíjense bien y cuídense, de la levadura de los fariseos y de la de Herodes”. Entonces ellos, comentaban entre sí: Es que no tenemos panes. (Marcos 8, 11-12)

Lecturas consultadas en:


Id y enseñad,

La Biblia Latinoamérica,

La Biblia de las Américas y

Nuevo Misal del Vaticano II


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…en el campo de la Iglesia, semillas de una fe de trigo; sería ahora grandemente injusto e incongruente; que nosotros, sus descendientes, en lugar de la verdad del trigo, legáramos a nuestra posteridad, el error de la cizaña (Mateo 13, 24-30).

¿Es posible, que se dé en la Iglesia, un progreso en los conocimientos doctrinales?... Ciertamente, que es posible; y la realidad es, que se da. En efecto ¿Quién envidiaría tanto a los hombres y sería tan enemigo de Dios, como para impedir este progreso? Pero este progreso, sólo puede darse, con la condición de que, se trate de un auténtico progreso, en el conocimiento de la fe, no de un cambio en la misma fe...


Es conveniente, por tanto, que a través de todos los tiempos y de todas las edades; crezca y progrese la inteligencia, la ciencia y la sabiduría de cada una de las personas y del conjunto de los hombres, tanto por parte de la Iglesia entera, como por parte de cada uno de los miembros. Pero este crecimiento, debe seguir su propia naturaleza, es decir, debe estar de acuerdo con las líneas del dogma y debe seguir el dinamismo de una única e idéntica doctrina.


Que el conocimiento doctrinal imite, pues, el modo como crecen los cuerpos, los cuales, si bien con el correr de los años, se van desarrollando, conservan, no obstante, su propia naturaleza. Gran diferencia hay, entre la flor de la infancia y la madurez de la ancianidad; pero, no obstante, los que van llegando ahora a la ancianidad, son en realidad, los mismos que hace un tiempo, eran adolescentes. La estatura y las costumbres del hombre, pueden cambiar; pero su naturaleza, continúa idéntica y su persona es la misma. Los miembros de un recién nacido son pequeños, los de un joven están ya desarrollados; pero, con todo, el uno y el otro, tienen el mismo número de miembros..., existen, ya como embrión en la niñez...


Es también eso mismo, lo que acontece con los dogmas cristianos: las leyes de su progreso exigen, que éstos se consoliden a través de las edades, se desarrollen con el correr de los años y crezcan con el paso del tiempo. Nuestros mayores, sembraron antiguamente, en el campo de la Iglesia, semillas de una fe de trigo; sería ahora grandemente injusto e incongruente; que nosotros, sus descendientes, en lugar de la verdad del trigo, legáramos a nuestra posteridad, el error de la cizaña (Mateo 13, 24-30). Al contrario, lo recto y consecuente, para que no discrepen entre sí la raíz y sus frutos; es que, de las semillas de una doctrina de trigo, recojamos el fruto de un dogma de trigo; así, al contemplar, cómo a través de los siglos, aquellas primeras semillas han crecido y se han desarrollado, podremos alegrarnos de cosechar, el fruto de los primero trabajos.


Adaptación del texto de San Vicente de Lérins (¿- c. 450)

Monje

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