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¿Pentecostés o Babel? (Homilía dominical)

  • Eduardo Ibáñez García
  • 22 may 2021
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 20 jul 2021

Dia del Señor


Tiempo Ordinario II – Ciclo B

Octavo domingo

23 de mayo 2021 Solemnidad, de Pentecostés

  • Primera lectura: Hechos de los apóstoles 2, 1-11

San Lucas, nos dice que, el día de Pentecostés, todos los discípulos, estaban reunidos en un mismo lugar. De repente, se oyó un gran ruido, que venía del cielo, como cuando sopla un viento fuerte, que resonó por toda la casa, donde se encontraban. Entonces, aparecieron lenguas de fuego, que se distribuyeron y se posaron sobre ellos; se llenaron todos del Espíritu Santo y empezaron a hablar en otros idiomas, según como el Espíritu, los inducía a expresarse. (Hechos 2, 1-4)

  • Salmo: 103, 1. 24. 29-31. 34

Envía, Señor, tu Espíritu, a renovar la tierra. Aleluya. Si retiras tu aliento, toda creatura muere y vuelve al polvo. Pero, envías tu espíritu, que da vida; y renuevas, el aspecto de la tierra. (Salmo: 103, 29-30)


  • Segunda lectura: 1 Corintios 12, 3-7. 12-13


San Pablo, apóstol de Jesucristo por voluntad de Dios, a los corintios les dice: Hermanos: Porque todos nosotros, seamos judíos o no judíos, esclavos o libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo; y a todos, se nos ha dado a beber, del mismo Espíritu. (1 Corintios 12, 12-13)

  • Evangelio: San Juan 20, 19-23

El evangelista San Juan, proclama que, al anochecer, del día de la resurrección, estando cerradas las puertas de la casa, donde se hallaban los discípulos, por miedo a los judíos, se presentó Jesús, en medio de ellos y les dijo: “…La paz esté con ustedes. Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo”. Después de decir esto, sopló sobre ellos y les dijo: “Reciban, el Espíritu Santo. A los que les perdonen los pecados, les quedarán perdonados; y a los que no se los perdonen, les quedarán sin perdonar”. (Juan 20, 19. 21-23)


Lecturas consultadas en:


Id y enseñad,

La Biblia Latinoamérica,

La Biblia de las Américas y

Nuevo Misal del Vaticano II

 

“La paz, esté con ustedes”

(Juan 20)


…sopló sobre ellos y les dijo:Reciban, el Espíritu Santo”. (Versículo 22)

 

¿Pentecostés o Babel?


El sentido de Pentecostés, se contiene, en la frase de los Hechos de los Apóstoles: Quedaron todos, llenos del Espíritu Santo ¿Qué quiere decir, que quedaron llenos del Espíritu Santo y qué experimentaron, en aquel momento los apóstoles? Tuvieron, una experiencia arrolladora, del amor de Dios, se sintieron inundados de amor, como por un océano. Lo asegura San Pablo, cuando dice que el amor de Dios, ha sido derramado, en nuestros corazones, por el Espíritu Santo, que nos ha sido dado (Romanos 5, 5). Todos los que han tenido, una experiencia fuerte del Espíritu Santo, están de acuerdo, en confirmar esto. El primer efecto, que el Espíritu Santo produce, cuando llega a una persona, es hacer, que se sienta amada por Dios, por un amor tiernísimo, infinito.


El fenómeno de las lenguas, es la señal, de que algo nuevo, ha ocurrido en el mundo. Lo sorprendente, es que este, hablar en lenguas nuevas y diversas, en vez de generar confusión, crea, al contrario, un admirable entendimiento y unidad. Con ello, la Escritura, ha querido mostrar el contraste, entre Babel y Pentecostés. En Babel, todos hablan la misma lengua y en cierto momento, nadie entiende ya al otro, nace la confusión de las lenguas; en Pentecostés, cada uno habla una lengua distinta y todos se entienden.


¿Cómo, es esto? Para descubrirlo, basta con observar, de qué hablan los constructores de Babel y de qué hablan, los apóstoles en Pentecostés. Los primeros, se dicen entre sí: Vamos a edificarnos, una ciudad y una torre, con la cúspide en el cielo; y hagámonos famosos, para no desperdigarnos, por toda la faz de la tierra (Genesis 11, 4). Estos hombres, están animados, por una voluntad de poder, quieren hacerse famosos, buscan su gloria. En Pentecostés, los apóstoles, proclaman en cambio, las grandes obras de Dios. No piensan, en hacerse un nombre, sino en hacérselo a Dios; no buscan su afirmación personal, sino la de Dios. Por ello, todos les comprenden. Dios, ha vuelto, a estar en el centro; la voluntad de poder, se ha sustituido, con la voluntad de servicio; la ley del egoísmo, con la del amor.


En ello, se contiene, un mensaje de vital importancia, para el mundo de hoy. Vivimos, en la era de las comunicaciones de masa. Los llamados medios de comunicación, son los grandes protagonistas del momento. Todo esto, marca un progreso grandioso, pero implica también, un riesgo. ¿De qué comunicación, se trata de hecho? Una comunicación exclusivamente horizontal, superficial, frecuentemente manipulada y venal; o sea, usada, para hacer dinero. Lo opuesto, en resumen, a una información creativa, de manantial, que introduce en el ciclo, contenidos cualitativamente nuevos y ayuda, a cavar en profundidad, en nosotros mismos y en los acontecimientos. La comunicación, se convierte, en un intercambio de pobreza, de ansias, de inseguridades y de gritos de ayuda, desatendidos. Es, hablar entre sordos. Cuanto más crece la comunicación, más se experimenta la incomunicación.


Redescubrir, el sentido del Pentecostés cristiano, es lo único, que puede salvar nuestra sociedad moderna, de precipitarse cada vez más, en un Babel de lenguas. En efecto, el Espíritu Santo, introduce en la comunicación humana, la forma y la ley de la comunicación divina, que es la piedad y el amor. ¿Por qué Dios, se comunica con los hombres, se entretiene y habla con ellos, a lo largo, de toda la historia de la salvación? Sólo por amor, porque el bien, es por su naturaleza, comunicativo. En la medida, en que es acogido, el Espíritu Santo, sana, las aguas contaminadas de la comunicación humana; hace de ella, un instrumento de enriquecimiento, de posibilidad de compartir y de solidaridad.


Cada iniciativa nuestra, civil o religiosa, privada o pública, se encuentra ante una elección: puede ser Babel o Pentecostés; es Babel, si está dictada, por egoísmo y voluntad de atropello; es Pentecostés, si está dictada, por amor y respeto, a la libertad de los demás.


Adaptación del texto de la homilía de

P. Raniero Cantalamessa, ofmcap



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