La gracia de Dios. Jueves, 14 de enero 2021 - (Reflexión)
- Eduardo Ibáñez García
- 13 ene 2021
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 30 ene 2021
Tiempo Ordinario I – Ciclo B
Primera semana
Jueves 14 de enero – 2021
Primera lectura: Hebreos 3, 7-14
San Pablo, apóstol de Jesucristo, les dice hebreos: Procuren, hermanos, que ninguno de ustedes tenga un corazón malo, que se aparte del Dios vivo, por no creer en él. Más bien, anímense mutuamente cada día, mientras dura este hoy, para que ninguno de ustedes, seducido por el pecado, endurezca su corazón; pues, si nos ha sido dado el participar de Cristo, es a condición de que, mantengamos hasta el fin nuestra firmeza inicial. (Hebreos 3, 12-14)
Salmo: 94, 6-11
Señor, que no seamos sordos a tu voz. Hagámosle caso al Señor, que nos dice: “No endurezcan su corazón, como el día de la rebelión en el desierto, cuando sus padres dudaron de mí, aunque habían visto mis obras”. (Salmo: 94, 8-9)
Evangelio: San Marcos 1, 40-45
El evangelista San Marcos, proclama que, se le acercó a Jesús un leproso, para suplicarle de rodillas: Si tú quieres, puedes curarme. Jesús se compadeció de él, y extendiendo la mano, lo tocó y le dijo: “¡Sí quiero: sana! Inmediatamente se le quitó la lepra y quedó limpio. (Marcos 1, 40-42)
Lecturas consultadas en:
Id y enseñad,
La Biblia Latinoamérica,
La Biblia de las Américas y
Nuevo Misal del Vaticano II

La gracia de Dios
Convirtió a San Francisco de tal manera, que se le hizo familiar, le gustaba convivir con ellos y servirlos, como el mismo reconoce en su testamento. La visita a los leprosos, le había transformado.
Un día, cuando el joven Francisco montaba a caballo cerca de Asís, un leproso le salió al encuentro. Francisco, sentía una gran repugnancia, hacia los leprosos. Esto le empujó con fuerza, a bajar del caballo y le dio al leproso, una moneda de plata, besándole la mano. El leproso le dio un beso de paz y Francisco montó de nuevo en el caballo y continuó su camino. A partir de este momento, empezó a superar cada vez más, sus inclinaciones naturales y llegó a una perfecta victoria sobre sí mismo, por la gracia de Dios.
Algunos días más tarde, con gran cantidad de dinero en el bolsillo, se dirigió hacia el hospicio de los leprosos; y, una vez reunidos todos, les dio a cada uno de ellos, una limosna besándoles las manos. A la vuelta experimentó, lo que en un principio le resultaba amargo, -ver y tocar a los leprosos-, se le había vuelto dulzura. Antes, la simple vista de los leprosos, como él mismo confesaba, le era tan penoso, que incluso, evitaba ver las casas donde habitaban. Si en alguna ocasión los veía o le tocaba pasar cerca de una leprosería... volvía el rostro y se tapaba la nariz. Pero la gracia de Dios, le convirtió de tal manera, que se le hizo familiar, le gustaba convivir con ellos y servirlos, como el mismo reconoce en su testamento. La visita a los leprosos, le había transformado.
Adaptación del texto, del Relato de tres compañeros de San Francisco de Asís (c. 1244)

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