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El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros. Miércoles, 27 de enero 2021 - (Reflexión)

  • Eduardo Ibáñez García
  • 26 ene 2021
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 31 ene 2021

Tiempo Ordinario I – Ciclo B

Tercera semana

Miércoles 27 de enero – 2021

  • Primera lectura: Hebreos 10, 11-18

San Pablo, apóstol de Jesucristo, les dice a los hebreos: En la antigua alianza, los sacerdotes ofrecían en el templo, diariamente y de pie, los mismos sacrificios, que no podían perdonar los pecados. Cristo, en cambio, ofreció un solo sacrificio por los pecados… Así, con una sola ofrenda, hizo perfectos para siempre a los que ha santificado. Porque cuando los pecados han sido perdonados, ya no hacen falta más ofrendas por ellos.(Hebreos 10, 11-12. 14. 18)

  • Salmo: 109, 1-4

Tú eres sacerdote, para siempre. Es tuyo el señorío, desde el día en que naciste; en los montes sagrados, te consagró el Señor antes del alba. (Salmo: 109, 3)

  • Evangelio: San Marcos 4, 1-20

El evangelista San Marcos, proclama que, Jesús, se puso a enseñar otra vez junto al lago; y se reunió una muchedumbre tan grande, que Jesús, se tuvo que subir en una barca; ahí se sentó, mientras la gente estaba en tierra… Les estuvo enseñando muchas cosas, con parábolas y les decía: “Escuchen, salió el sembrador a sembrar. Cuando iba sembrando, unos granos cayeron en la vereda; vinieron los pájaros y se los comieron…” (Marcos 4, 1-4)

Lecturas consultadas en:


Id y enseñad,

La Biblia Latinoamérica,

La Biblia de las Américas y

Nuevo Misal del Vaticano II



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El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros

(Juan 1, 14)


Pongamos, hermanos, toda nuestra devoción en meditar a Cristo, envuelto en los pañales, con que su madre le cubrió, a fin de ver en el gozo eterno del Reino, la gloria y la belleza con la que su Padre, le habrá revestido.


¡Con toda certeza, no hay una palabra segura y que merece ser acogida sin reservas (1 Tesalonicenses 1, 15) si no es tu Palabra todopoderosa, Señor! Cuando un sosegado silencio, todo lo envolvía y la noche se encontraba, en la mitad de su carrera, tu Palabra omnipotente, saltó desde las estancias del Padre (Sabiduría 18, 14-32) hasta un pesebre para animales que, de momento nos habla mejor, a través de su silencio.


El que tenga oídos para oír, que oiga; lo que nos dice este santo y misterioso silencio del Verbo eterno... ¿Acaso hay algo, que inculque la regla del silencio con tanto peso y autoridad, nada que reprima el inquieto mal de la lengua y las tempestades de la palabra... que la silenciosa Palabra de Dios, entre los hombres? No ha llegado, la palabra a mi lengua (Salmo 138, 4) para proclamar la Palabra todopoderosa, cuando se somete a su madre. Y nosotros, con qué insensatez, decimos: La lengua es nuestra fuerza, nuestros labios nos defienden ¿Quién será, nuestro amo? (Salmo 11, 5). ¡Qué dulce sería para mí, poder guardar silencio, desaparecer y callarme, incluso para el bien, a fin de poder poner mayor atención, estar más recogido y poder escuchar las palabras y el significado sagrado de este divino silencio! ¡Cuán bueno sería para mí, entrar en la escuela del Verbo, la misma cantidad de tiempo, que el mismo Verbo ha guardado silencio, en la escuela de su madre!


El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros (Juan 1, 14). Pongamos, hermanos, toda nuestra devoción en meditar a Cristo, envuelto en los pañales, con que su madre le cubrió, a fin de ver en el gozo eterno del Reino, la gloria y la belleza con la que su Padre, le habrá revestido.


Adaptación del texto del Beato Guerrico de Igny (c. 1080-1157)

Abad cisterciense

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