Se acercó a Jesús, un leproso. Domingo, 14 de febrero 2021 - (Homilía)
- Eduardo Ibáñez García
- 13 feb 2021
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 20 jul 2021
Día del Señor
Tiempo Ordinario I – Ciclo B
Sexto domingo
14 de febrero – 2021
Primera lectura: Levítico 13, 1-2. 44-46
El Señor dijo a Moisés y a Aarón: “El que haya sido declarado enfermo de lepra, traerá la ropa descosida, la cabeza descubierta, se cubrirá la boca e irá gritando: ¡Estoy contaminado! ¡Soy impuro! Mientras le dure la lepra, seguirá impuro y vivirá solo, fuera del campamento”. (Levítico 13, 1-3)
Salmo: 31, 1-2. 5. 11
Perdona, Señor, nuestros pecados. Ante el Señor reconocí mi culpa, no oculté mi pecado. Te confesé, Señor, mi gran delito y tú me has perdonado. (Salmo 31, 5)
Segunda Lectura: 1 Corintios 10, 31- 33. 11, 1
San Pablo, apóstol de Jesucristo por voluntad de Dios, a los corintios les dice: Hermanos: Por mi parte, yo procuro dar gusto a todos en todo, sin buscar mi propio interés, sino eI de los demás, para que se salven. Sean, pues, imitadores míos, como yo lo soy de Cristo. (Corintios 10, 3. 11, 1)
Evangelio: San Marcos 1, 40-45
El evangelista San Marcos, proclama que, se le acercó a Jesús un leproso para suplicarle de rodillas: Si tú quieres, puedes curarme. Jesús, se compadeció de él: y extendiendo la mano, lo tocó y le dijo: “¡Sí quiero, Sana!” Inmediatamente se le quitó la lepra y quedó limpio. Al despedirlo, Jesús le mandó con severidad: “No se lo cuentes a nadie, pero para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación, lo prescrito por Moisés”. (Marcos 1, 40-44)
Lecturas consultadas en:
Id y enseñad,
La Biblia Latinoamérica,
La Biblia de las Américas y
Nuevo Misal del Vaticano II

Curación de un leproso
(Marcos 1)
Jesús, se compadeció de él: y extendiendo la mano, lo tocó y le dijo: “¡Sí quiero, Sana!” Inmediatamente se le quitó la lepra y quedó limpio. (Versículos 41-42)
Se acercó a Jesús, un leproso
En las lecturas del día, resuena varias veces la palabra que, sólo con oírla pronunciar, suscitó por milenios angustia y pavor: ¡lepra! Dos factores ajenos, contribuyeron a acrecentar el terror, frente a esta enfermedad, hasta hacer de ella, el símbolo de la máxima desventura, que le puede tocar a una criatura humana y aislar a los pobres desgraciados, de las formas más inhumanas. El primero era, la convicción de que esta enfermedad era tan contagiosa, que infectaba a cualquiera, que hubiera estado en contacto con el enfermo; el segundo, igualmente carente de todo fundamento, era que la lepra era un castigo por el pecado.
Quien contribuyó más que nadie, para que cambiara la actitud y la legislación respecto a los leprosos, fue Raoul Follereau (escritor, periodista y poeta francés, Follereau (1903-1977, que dedicó toda su vida, a combatir la enfermedad de Hansen). Instituyó en 1954, la Jornada Mundial de la Lepra, promovió congresos científicos y finalmente, en 1975, logró que se revocara la legislación, sobre la segregación de los leprosos.
Acerca del fenómeno de la lepra, las lecturas de este domingo, nos permiten conocer, la actitud primero de la Ley mosaica y después del Evangelio de Cristo. En la primera lectura, del Levítico, se dice, que la persona de la que se sospeche, que padece lepra, debe ser llevada al sacerdote, el cual, verificándolo, la declarará impura. El pobre leproso, expulsado del consorcio humano, debe él mismo, para colmo, mantener alejadas a las personas, advirtiéndoles de lejos el peligro. La única preocupación de la sociedad, es protegerse a sí misma.
Veamos ahora, cómo se comporta Jesús en el Evangelio: Se le acercó un leproso suplicándole: Si quieres, puedes limpiarme. Compadecido de él, extendió su brazo, le tocó y le dijo: “Quiero, queda limpio”. Y al instante le desapareció la lepra y quedó limpio.
Jesús, no tiene miedo del contagio; permite al leproso, que llegue hasta Él y se le arroje delante de rodillas. Más aún: en una época, en la que se consideraba, que la mera proximidad de un leproso contagiaba, Él extendió su brazo y le tocó. No debemos pensar, que todo esto fuera espontáneo y no le costara nada a Jesús. Como hombre, Él compartía en esto, como en tantos otros puntos, las convicciones de su tiempo y de la sociedad en la que vivía. Pero la compasión por el leproso, es más fuerte en Él, que el miedo a la lepra.
Jesús, pronuncia en esta circunstancia, una frase sencilla y sublime: Quiero, queda limpio. Si quieres, puedes, había dicho el leproso, manifestando así su fe, en el poder de Cristo. Jesús, demuestra poder hacerlo, haciéndolo.
Esta comparación, entre la Ley mosaica y el Evangelio, en el caso de la lepra; nos obliga, a plantearnos la pregunta: ¿En cuál de las dos actitudes, me inspiro? Es verdad, que la lepra ya no es la enfermedad, que produce más temor (si bien todavía, hay millones de leprosos en el mundo), que es posible, si se llega a tiempo, curarse completamente de ella y en la mayoría de los países, ya ha sido vencida del todo; pero otras enfermedades, han ocupado su lugar. Se habla desde hace tiempo, de nuevas lepras y nuevos leprosos. En estos términos, no se entienden tanto, las enfermedades incurables de hoy, como las enfermedades (Sida y drogodependencia) de las que la sociedad se defiende, como hacía con la lepra, aislando al enfermo y rechazándolo al margen de ella misma.
Lo que Raoul Follereau sugirió hacer, hacia los leprosos tradicionales; y que tanto contribuyó, a aliviar su aislamiento y sufrimiento, se debería hacer (y gracias a Dios, muchos lo hacen) con los nuevos leprosos. Con frecuencia un gesto así, especialmente si se realiza, teniendo que vencerse a uno mismo; marca el inicio de una verdadera conversión, para el que lo hace. El caso más célebre, es el de Francisco de Asís, quien remonta al encuentro con un leproso, el comienzo de su nueva vida.
Adaptación del texto de la homilía del P. Raniero Cantalamessa, ofmcap
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