Si no meto mi mano en su costado, no creeré (Homilía dominical)
- Eduardo Ibáñez García
- 10 abr 2021
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 20 jul 2021
Dia del Señor
Tiempo de Pascua de Resurrección – Ciclo B
Segundo domingo
11 de abril 2021 – Domingo de la Divina Misericordia
Primera lectura: Hechos de los apóstoles 4, 32-35
San Lucas, nos dice que, la multitud de los que habían creído, tenía un solo corazón y una sola alma; todo lo poseían en común y nadie consideraba suyo, nada de lo que tenía. Con grandes muestras de poder, los apóstoles, daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús y todos, gozaban de gran estimación entre el pueblo. (Hechos 4, 32-33)
Salmo: 117, 2-4. 16-18. 22-24
La misericordia del Señor, es eterna. Aleluya. Diga la casa de Israel: Su misericordia es eterna. Diga la casa de Aarón: Su misericordia es eterna. Digan los que temen al Señor: Su misericordia es eterna. (Salmo: 117, 2-4)
Segunda lectura: 1 Juan 5, 1-6
San Juan, apóstol de Jesucristo, nos dice: Queridos hermanos, conocemos, que amamos a los hijos de Dios, en que amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos, pues el amor de Dios consiste, en que cumplamos sus preceptos. Y sus mandamientos no son pesados, porque todo el que ha nacido de Dios, vence al mundo. Y nuestra fe, es la que nos ha dado la victoria, sobre el mundo. (1 Juan 5, 1-5)
Evangelio: San Juan 20, 19-31
El evangelista San Juan, proclama que, Tomás, uno de los Doce, a quien llamaban el Gemelo, no estaba con ellos, cuando vino Jesús; y los otros discípulos, le decían: Hemos visto, al Señor. Pero él, les contestó: Si no veo en sus manos, la señal de los clavos y si no meto mi dedo, en los agujeros de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré. Ocho días después, estaban reunidos los discípulos, a puerta cerrada y Tomás, estaba con ellos. Jesús, se presentó de nuevo en medio de ellos y les dijo: “La paz, esté con ustedes”. Luego, le dijo a Tomás: “Aquí, están mis manos, acerca tu dedo. Trae acá tu mano, métela en mi costado y no sigas dudando, sino cree”. Tomás, le respondió: ¡Señor mío y Dios mío! Jesús, añadió: “Tú crees, porque me has visto; dichosos los que creen, sin haber visto”. (Juan 20, 24-29)
Lecturas consultadas en:
Id y enseñad,
La Biblia Latinoamérica,
La Biblia de las Américas y
Nuevo Misal del Vaticano II

La Divina Misericordia…
…para estas personas
Si han leído cuidadosamente, las lecturas de hoy, se darán cuenta, por qué el Segundo Domingo de Pascua, tiene tal título. En el salmo, repetimos tres veces, su misericordia es eterna. Además de mencionar la palabra, nuestras lecturas presentan la misericordia en acción. Para mejor comprensión, debemos preguntarnos: ¿Qué significa, misericordia? Esta palabra tiene dos partes: cordia, que significa corazón y miseri, que se refiere al sufrimiento. Misericordia entonces, es tener un corazón para los que sufren o más precisamente, un corazón dispuesto a sufrir, por otros. Estas lecturas, revelan ese tipo de corazón, en Cristo y sus seguidores.
Si no meto mi mano en su costado, no creeré

Con la insistencia, sobre el suceso de Tomás y su incredulidad inicial (Si no veo en sus manos, la señal de los clavos y no meto mi dedo, en el agujero de los clavos, no creeré), el Evangelio, sale al encuentro del hombre de la era tecnológica, que no cree más, que en lo que puede verificar. Podemos llamar a Tomás, nuestro contemporáneo, entre los apóstoles.
San Gregorio Magno, dice que, con su incredulidad, Tomás, nos fue más útil, que todos los demás apóstoles, que creyeron enseguida. Actuando de tal manera, por así decirlo, obligó a Jesús, a darnos una prueba tangible, de la verdad de su resurrección. La fe en la resurrección, salió beneficiada, de sus dudas. Esto es cierto, al menos en parte, también aplicado a los numerosos Tomás de hoy, que son los no creyentes.
La crítica y el diálogo, con los no creyentes, cuando se desarrollan en el respeto y en la lealtad recíproca, nos resultan de gran utilidad. Ante todo, nos hacen humildes. Nos obligan a tomar nota, de que la fe no es un privilegio o una ventaja, para nadie. No podemos imponerla, ni demostrarla; sino, sólo proponerla y mostrarla con la vida. ¿Qué tienes, que no lo hayas recibido? Y, si lo has recibido ¿A qué gloriarte, cual si no lo hubieras recibido? Dice San Pablo (1 Corintios 4, 7). La fe, en el fondo, es un don, no un mérito; y como todo don, no puede vivirse más, que en la gratitud y en la humildad.
La relación, con los no creyentes, nos ayuda también, a purificar nuestra fe, de representaciones burdas. Con mucha frecuencia, lo que los no creyentes rechazan, no es al verdadero Dios, al Dios viviente de la Biblia, sino a su doble, una imagen distorsionada de Dios, que los propios creyentes, han contribuido a crear.
Rechazando a este Dios, los no creyentes, nos obligan a volvernos a situar, tras las huellas del Dios vivo y verdadero, que está más allá, de toda nuestra representación y explicación. A no fosilizar o banalizar a Dios.
Pero también, hay un deseo, que expresar: que Santo Tomás, encuentre hoy, muchos imitadores, no sólo en la primera parte de su historia -cuando declara que no cree-, sino también al final, en aquel magnífico acto suyo de fe, que le lleva a exclamar: ¡Señor mío y Dios mío!
Santo Tomás, es también imitable, por otro hecho. No cierra la puerta, no se queda en su postura, dando por resuelto, de una vez por todas, el problema. De hecho, ciertamente le encontramos, ocho días después, con los demás apóstoles en el cenáculo. Si no hubiera deseado creer o cambiar de opinión, no habría estado allí. Quiere ver, tocar: por lo tanto, está en la búsqueda. Y al final, después de que ha visto y tocado con su mano, exclama dirigido a Jesús, no como un vencido, sino como un vencedor: ¡Señor mío y Dios mío! Ningún otro apóstol, se había lanzado todavía, a proclamar con tanta claridad, la divinidad de Cristo.
Adaptación del texto de la homilía de P. Raniero Cantalamessa, ofmcap
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