Solo la misericordia, salvará al mundo. (2ª. parte) T-9 2-11-19
- Eduardo Ibáñez García
- 2 nov 2019
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 5 may 2021
Solo la misericordia, salvará al mundo
Lo opuesto de la misericordia no es la justicia, sino la venganza.
Habrá, por supuesto, un momento en que también, se manifestará la justicia de Dios, que consiste en dar a cada uno, según sus méritos.
Nuestro Dios, pagará a cada uno, conforme a sus obras: vida eterna a los que, perseverando en bien hacer, buscan gloria, honra e inmortalidad; pero ira y enojo, para los que son contenciosos y no obedecen a la verdad, sino que obedecen a la injusticia (Romanos 2, 6-8).
2. Dios hace justicia, haciendo misericordia
P. Raniero Cantalamessa
¿Y qué pasa, con la justicia de Dios? ¿Es esta, olvidada o infravalorada? A esta pregunta, ha respondido, de una vez por todas, San Pablo; y Él comienza su exposición, en la Carta a los Romanos, con una noticia: Ahora, se ha manifestado la justicia de Dios (Romanos 3, 21); y, nos atrevemos a preguntarnos: ¿Qué justicia? Una que da, a cada uno la suyo ¿Distribuye, por lo tanto, las recompensas y castigos, de acuerdo a los méritos? Habrá, por supuesto, un momento en que también, se manifestará esta justicia de Dios, que consiste en dar a cada uno, según sus méritos. Dios, en efecto, ha escrito el Apóstol:
El cual pagará a cada uno, conforme a sus obras: vida eterna a los que, perseverando en bien hacer, buscan gloria, honra e inmortalidad; pero ira y enojo, a los que son contenciosos y no obedecen a la verdad, sino que obedecen a la injusticia (Romanos 2, 6-8).
Pero, no es esta la justicia, de la que habla el Apóstol, cuando escribe: Ahora, se ha manifestado la justicia de Dios. El párrafo anterior, es un acontecimiento futuro y este, un acontecimiento que tiene lugar ahora. Si no fuese así, lo de Pablo, sería una afirmación absurda, desmentida por los hechos. Desde la perspectiva, de la justicia retributiva, nada ha cambiado en el mundo, con la venida de Cristo; siguen viendo a menudo, decía Bossuet, a los culpables en el trono y a los inocentes en el patíbulo; pero para que no se crea, que hay alguna justicia en el mundo y cualquier orden fijo, si bien invertido, he aquí que, a veces se nota lo contrario, a saber, el inocente en el trono y el culpable en el patíbulo. No es, por lo tanto, en esto en lo que consiste, la novedad traída por Cristo. Escuchemos lo que dice el Apóstol:
Todos han pecado y están privados de la gloria de Dios, pero son justificados gratuitamente por su gracia, en virtud de la redención cumplida en Cristo Jesús. El fue puesto por Dios, como instrumento de propiciación, por su propia sangre… para mostrar su justicia en el tiempo presente, siendo justo y justificador, a los que creen en Jesús. (Romanos 3, 23-26).
¡Dios hace justicia, siendo misericordioso! Esta es la gran revelación. El Apóstol dice que Dios, es justo y el que justifica, es decir, que es justo consigo mismo, cuando justifica al hombre; él, de hecho, es amor y misericordia; por eso hace justicia consigo mismo, es decir, se demuestra realmente lo que es, cuando es misericordioso.
Pero, no se entiende nada de esto, si no se comprende exactamente, lo que significa la expresión, justicia de Dios. Existe el peligro de que, uno oiga hablar acerca de la justicia de Dios y sin saber el significado, en lugar de animarse, se asuste. San Agustín, ya lo había explicado claramente: La justicia de Dios, escribía, es aquella por la cual, él nos hace justos mediante su gracia; exactamente como la salvación del Señor (Salmo 3, 9), que es aquella, por la cual él nos salva. En otras palabras, la justicia de Dios, es el acto por el cual El hace justos, agradables a él, a los que creen en su Hijo. No es un hacerse justicia, sino un hacer a los justos.
Lutero, tuvo el mérito de traer a la luz esta verdad, después que, durante siglos, al menos en la predicación cristiana, se había perdido el sentido y es esto, sobre todo, lo que la cristiandad le debe a la Reforma. Cuando descubrí esto, escribió más tarde el reformador, sentí que renacía y me parecía que, se me abrieran de par en par, las puertas del paraíso.
Pero no fueron, ni Agustín ni Lutero, quienes, por primera vez, explicaron así el concepto de justicia de Dios; la Escritura lo había hecho, antes de ellos. Cuando se ha manifestado la bondad de Dios y de su amor por los hombres, él nos ha salvado, no en virtud de las obras de justicia, cumplidas por nosotros, sino por su misericordia (Tito 3, 4-5). Dios, rico de misericordia, por el gran amor con el que nos ha amado, de muertos que estábamos por el pecado, nos ha hecho revivir con Cristo, por la gracia han sido salvados (Efesios 2, 4).
Decir, por lo tanto: Se ha manifestado la justicia de Dios, es como decir: se ha manifestado la bondad de Dios, su amor, su misericordia. ¡La justicia de Dios, no solamente no contradice su misericordia, porque consiste justamente en ella!
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