Solo la misericordia salvará al mundo (2) T-35. 25-04-2020
- Eduardo Ibáñez García
- 24 abr 2020
- 4 Min. de lectura
Solo la misericordia salvará al mundo
P. Raniero Cantalamessa, ofmcap

Lo opuesto de la misericordia no es la justicia, sino la venganza.
Amanecer en San Antonio la Paz,
El Progreso, Guatemala
Jesús no ha opuesto la misericordia a la justicia, pero sí a la ley del talión. Dios se hace justicia, haciendo misericordia; una falsa concepción de la justicia de Dios, hace que los hombres no entiendan debidamente, el concepto de misericordia, que sí se opone a la idea de venganza. Porque el Señor no solo tiene misericordia, Él es misericordia. No quiere venganza, sino que el pecador se salve y se convierta.
2. Dios hace justicia, haciendo misericordia

¿Y qué pasa, con la justicia de Dios? ¿Es, esta, olvidada o infravalorada? A esta pregunta, ha respondido de una vez por todas, San Pablo. Él comienza su exposición, en la Carta a los Romanos, con una noticia: Ahora, se ha manifestado la justicia de Dios (Romanos 3, 21). Nos preguntamos: ¿qué justicia? Una que da unicuique suum, a cada uno la suyo, ¿Distribuye por lo tanto, las recompensas y castigos, de acuerdo a los méritos? Habrá, por supuesto, un momento en que también, se manifestará esta justicia de Dios, que consiste en dar a cada uno, según sus méritos. Dios, en efecto, ha escrito poco antes del Apóstol.
El cual pagará a cada uno, conforme a sus obras: vida eterna a los que, perseverando en bien hacer, buscan gloria, honra e inmortalidad; pero ira y enojo, a los que son contenciosos y no obedecen a la verdad, sino que obedecen a la injusticia (Romanos 2, 6-8).
Pero, no es esta la justicia, de la que habla el Apóstol, cuando escribe: Ahora, se ha manifestado la justicia de Dios. El primero es un acontecimiento futuro, este un acontecimiento que tiene lugar ahora. Si no fuese así, la de San Pablo sería una afirmación absurda, desmentida por los hechos. Desde la perspectiva de la justicia retributiva, nada ha cambiado en el mundo, con la venida de Cristo. Se siguen viendo a menudo, decía Bossuet, a los culpables en el trono y a los inocentes en el patíbulo; pero, para que no se crea, que hay alguna justicia en el mundo y cualquier orden fijo, si bien invertido, he aquí que a veces se nota lo contrario, a saber, el inocente en el trono y el culpable en el patíbulo. No es, por lo tanto, en esto en lo que consiste, la novedad traída por Cristo. Escuchemos lo que dice el Apóstol:
Todos han pecado y están privados de la gloria de Dios, pero son justificados gratuitamente por su gracia, en virtud de la redención cumplida en Cristo Jesús. Él fue puesto por Dios como instrumento de propiciación por su propia sangre… para mostrar su justicia en el tiempo presente, siendo justo y justificador a los que creen en Jesús (Romanos 3, 23-26).
¡Dios hace justicia, siendo misericordioso! Esta es la gran revelación. El Apóstol dice que Dios es justo y el que justifica; es decir, que es justo consigo mismo, cuando justifica al hombre; Él, de hecho, es amor y misericordia; por eso hace justicia consigo mismo – es decir, se demuestra realmente, lo que es – cuando es misericordioso.
Pero, no se entiende nada de esto, si no se comprende lo que significa, exactamente, la expresión justicia de Dios. Existe el peligro, de que uno oiga hablar, acerca de la justicia de Dios; y, sin saber el significado, en lugar de animarse, se asuste. San Agustín, ya lo había explicado claramente: La justicia de Dios, escribía, es aquella por la cual, Él nos hace justos mediante su gracia; exactamente como la salvación del Señor (Salmo 3, 9) es aquella por la cual Él nos salva. En otras palabras, la justicia de Dios, es el acto por el cual Dios hace justos, agradables a Él, a los que creen en su Hijo. No es un hacerse justicia, sino un hacer justos.
Lutero tuvo el mérito, de traer a la luz esta verdad, después que durante siglos, al menos en la predicación cristiana, se había perdido el sentido y es esto sobre todo, lo que la cristiandad le debe a la Reforma. Cuando descubrí esto, escribió más tarde el reformador, sentí que renacía y me parecía que, se me abrieran de par en par, las puertas del paraíso.
Pero, no fueron ni San Agustín ni Lutero, quienes por primeros explicaron así el concepto de justicia de Dios; la Escritura, lo había hecho antes de ellos.
Cuando se ha manifestado la bondad de Dios y de su amor por los hombres, Él nos ha salvado, no en virtud de las obras de justicia cumplidas por nosotros, sino por su misericordia (Tito 3, 4-5). Dios rico en misericordia, por el gran amor con el que nos ha amado, de muertos que estábamos por el pecado, nos ha hecho revivir con Cristo, por la gracia habéis sido salvados (Efesios 2, 4).
Decir por lo tanto: Se ha manifestado la justicia de Dios, es como decir: se ha manifestado la bondad de Dios, su amor, su misericordia. ¡La justicia de Dios, no solamente no contradice su misericordia, sino que consiste justamente en ella!
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