Solo la misericordia, salvará al mundo. (4ª. parte y final) T-11 16-11-19
- Eduardo Ibáñez García
- 16 nov 2019
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 11 may 2021
Solo la misericordia, salvará al mundo
Lo opuesto de la misericordia no es la justicia, sino la venganza
¡Tenemos que, desmitificar la venganza! Pues esta, ya se ha vuelto un mito, que se expande y contagia a todo y a todos, comenzando por los niños; porque gran parte, de las historias en las pantallas y en los juegos electrónicos, son historias de venganza, que la mayoría de las veces, son presentadas, como la victoria del héroe bueno. La mitad, si no más, del sufrimiento que existe en el mundo (cuando no son males naturales), viene del deseo de venganza, ya sea en la relación entre las personas, como en aquella entre los Estados y los pueblos.
4. No te dejes vencer por el mal, antes bien, vence al mal con el bien
(Romanos 12, 21)
P. Raniero Cantalamessa
Es la hora de darnos cuenta, que lo opuesto de la misericordia no es la justicia, sino la venganza; y Jesús, no ha opuesto la misericordia a la justicia, sino a la ley del talión: Ojo por ojo, diente por diente; pues al perdonar los pecados, Dios no renuncia a la justicia, renuncia a la venganza; no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva (Ezequiel 18, 23); porque Jesús en la cruz, no le ha pedido al Padre vengar su causa; le pidió, perdonar a sus crucificadores.
El odio y la brutalidad de los ataques terroristas, que se han realizado recientemente en todo el mundo; nos ayudan a entender la fuerza divina, contenida en las últimas palabras de Cristo: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23, 34). Por grande que sea el odio de los hombres, el amor de Dios, siempre ha sido y será, más fuerte. Y en las actuales circunstancias, la exhortación del apóstol San Pablo: No te dejes vencer por el mal, antes bien, vence al mal con el bien (Romanos 12, 21), está hecha para nosotros.
¡Tenemos que, desmitificar la venganza! Pues esta, ya se ha vuelto un mito, que se expande y contagia a todo y a todos, comenzando por los niños; porque gran parte, de las historias en las pantallas y en los juegos electrónicos, son historias de venganza, que la mayoría de las veces, son presentadas, como la victoria del héroe bueno. La mitad, si no más, del sufrimiento que existe en el mundo (cuando no son males naturales), viene del deseo de venganza, ya sea en la relación entre las personas, como en aquella entre los Estados y los pueblos.
Ha sido dicho, que el mundo será salvado por la belleza; pero la belleza puede también, llevar a la ruina. Hay una sola cosa, que puede salvar realmente el mundo, ¡la misericordia! La misericordia de Dios por los hombres y de los hombres entre ellos. Esa puede salvar, en particular, la cosa más preciosa y más frágil, que hay en este momento en el mundo, el matrimonio y la familia.
Sucede en el matrimonio, algo similar a lo que ha sucedido, en las relaciones entre Dios y la humanidad, que la Biblia describe, justamente, con la imagen de un matrimonio; que al inicio de todo, decía, está el amor, no la misericordia; esta interviene solamente, a continuación del pecado del hombre.
También en el matrimonio, al inicio, no está la misericordia sino el amor. Nadie se casa por misericordia, sino por amor. Pero después de años o meses de vida conjunta, emergen los límites recíprocos, los problemas de salud, de finanza, de los hijos; interviene la rutina, que apaga toda alegría. Lo que puede salvar un matrimonio, de resbalar en una bajada sin subida, es la misericordia, entendida en el sentido que impregna la Biblia; o sea, no solamente como perdón recíproco, sino como un revestirse de sentimientos de ternura, de bondad, de humildad, de mansedumbre y de magnanimidad (Colosenses 3, 12).
La misericordia hace, que al eros se añada el ágape, al amor de búsqueda, aquel de donación y de compasión. Dios se apiada del hombre (Salmo 102, 13): ¿No deberían marido y mujer, apiadarse uno del otro? ¿Y no deberíamos nosotros, que vivimos en comunidad, apiadarnos los unos de los otros, en cambio de juzgarnos?
Recemos. Padre Celestial, por los méritos del Hijo tuyo, que en la cruz se hizo pecado por nosotros, haz caer del corazón de las personas, de las familias y de los pueblos, el deseo de venganza y haz enamorarnos de la misericordia. Haz, que la intención del Santo Padre, al proclamar el Año Santo de la Misericordia, encuentre la respuesta concreta, en nuestros corazones y haga a todos, sentir la alegría de reconciliarse contigo, en lo profundo del corazón. ¡Que así sea!
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