Solo la misericordia salvará al mundo (4 y final) T-37. 9-05-2020
- Eduardo Ibáñez García
- 8 may 2020
- 3 Min. de lectura
Solo la misericordia salvará al mundo
P. Raniero Cantalamessa, ofmcap

Lo opuesto de la misericordia, no es la justicia, sino la venganza.
Jesús no ha opuesto la misericordia a la justicia, pero sí a la ley del talión. Dios se hace justicia, haciendo misericordia; una falsa concepción de la justicia de Dios, hace que los hombres no entiendan debidamente, el concepto de misericordia, que sí se opone a la idea de venganza. Porque el Señor no solo tiene misericordia, Él es misericordia. No quiere venganza, sino que el pecador se salve y se convierta.
4. No te dejes vencer por el mal, antes bien, vence al mal con el bien

Es la hora de darnos cuenta, que lo opuesto de la misericordia, no es la justicia, sino la venganza. Jesús, no ha opuesto la misericordia a la justicia, pero a la ley del talión: Ojo por ojo, diente por diente. Perdonando los pecados, Dios no renuncia a la justicia, renuncia a la venganza; no quiere la muerte del pecador, pero sí, que se convierta y viva (Ezequiel 18, 23). Jesús en la cruz, no le ha pedido al Padre, vengar su causa; le pidió, perdonar a sus crucificadores.
El odio y la brutalidad de los ataques terroristas en el mundo, nos ayudan a entender la fuerza divina, contenida en las últimas palabras de Cristo: Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen (Lucas 23, 34). Por grande que sea el odio de los hombres, el amor de Dios ha sido y será siempre, más fuerte. A nosotros está dirigida, en las actuales circunstancias, la exhortación del apóstol Pablo: No te dejes vencer por el mal antes bien, vence al mal con el bien (Romanos 12, 21).
¡Tenemos que, desmitificar la venganza! Esa ya se ha vuelto un mito, que se expande y contagia a todo y a todos, comenzando por los niños. Gran parte de las historias en las pantallas y en los juegos electrónicos, son historias de venganza, a veces presentadas, como la victoria del héroe bueno. La mitad, si no más, del sufrimiento que existe en el mundo (cuando no son males naturales), viene del deseo de venganza, sea en la relación entre las personas, como en aquella, entre los Estados y los pueblos.
Ha sido dicho que, el mundo será salvado por la belleza; pero la belleza, también puede llevar a la ruina. Hay una sola cosa, que puede salvar realmente el mundo, ¡la misericordia! La misericordia de Dios por los hombres y de los hombres entre ellos. Esa puede salvar, en particular, la cosa más preciosa y más frágil, que hay en este momento en el mundo, el matrimonio y la familia.
Sucede en el matrimonio, algo similar a lo que ha sucedido, en las relaciones entre Dios y la humanidad, que la Biblia describe, justamente, con la imagen de un matrimonio. Al inicio de todo, decía, está el amor, no la misericordia. Esta interviene, solamente, a continuación del pecado del hombre.
También en el matrimonio, al inicio no está la misericordia, sino el amor. Nadie se casa por misericordia, sino por amor. Pero después de años o meses de vida conjunta, emergen los límites recíprocos, los problemas de salud, de finanzas, de los hijos; interviene la rutina, que apaga toda alegría. Lo que puede salvar un matrimonio, del resbalar en una bajada sin subida, es la misericordia, entendida en el sentido que impregna la Biblia; o sea, no solamente como perdón recíproco, sino como un revestirse de sentimientos de ternura, de bondad, de humildad, de mansedumbre y de magnanimidad (Colosenses 3, 12). La misericordia hace, que al eros se añada el ágape, al amor de búsqueda, aquel de donación y de compasión. Dios se apiada del hombre (Salmo 102, 13): ¿no deberían marido y mujer apiadarse uno del otro? ¿Y no deberíamos, nosotros que vivimos en comunidad, apiadarnos los unos de los otros, a cambio de juzgarnos?
Recemos. Padre Celeste, por los méritos del Hijo tuyo, que en la cruz se hizo pecado por nosotros, haz caer del corazón de las personas, de las familias y de los pueblos, el deseo de venganza y haznos enamorar de la misericordia. Haz que la intención del Santo Padre, al proclamar el Año Santo de la Misericordia, encuentre una respuesta concreta en nuestros corazones y haga sentir a todos, la alegría de reconciliarse contigo, en lo profundo del corazón. ¡Que así sea!
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