¡Tanto amó Dios, al mundo! (Homilía dominical)
- Eduardo Ibáñez García
- 13 mar 2021
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 20 jul 2021
Día del Señor
Tiempo de Cuaresma – Ciclo B
Cuarto domingo
14 de marzo – 2021
Primera lectura: 2 Crónicas 36, 14-16. 19-23
Todos los sumos sacerdotes y el pueblo, multiplicaron sus infidelidades, practicando todas las abominables costumbres de los paganos; y mancharon la casa del Señor, que él se había consagrado en Jerusalén. El Señor, Dios de sus padres, los exhortó continuamente, por medio de sus mensajeros, porque sentía compasión de su pueblo y quería preservar su santuario. Pero ellos, se burlaron de los mensajeros de Dios, despreciaron sus advertencias y se mofaron de sus profetas, hasta que la ira del Señor contra su pueblo llegó a tal grado, que ya no hubo remedio. (2 Crónicas 36, 14-16)
Salmo: 136, 1-6
Tu recuerdo, Señor, es mi alegría. ¡Que se me pegue al paladar la lengua, Jerusalén, si no te recordara; o si, fuera de ti, alguna otra alegría, yo buscara! (Salmo 136, 6)
Segunda Lectura: Efesios 2, 4-10
San Pablo, apóstol de Jesucristo por voluntad de Dios, a los efesios les dice: Hermanos: La misericordia y el amor de Dios, son muy grandes; porque nosotros, estábamos muertos por nuestros pecados; y él, nos dio la vida con Cristo y en Cristo. Por pura generosidad suya, hemos sido salvados. Con Cristo y en Cristo, nos ha resucitado y con él, nos ha reservado un sitio en el cielo. Así, en todos los tiempos, Dios muestra, por medio de Jesús, la incomparable riqueza de su gracia y de su bondad para con nosotros. (Efesios 2, 4-7)
Evangelio: San Juan 3, 14-21
El evangelista San Juan, proclama que, Jesús dijo a Nicodemo: “Así como levantó Moisés la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea en él, tenga vida eterna. Porque tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él, no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios, no envió a su Hijo, para condenar al mundo, sino para que el mundo, se salvara por él. El que cree en él, no será condenado; pero el que no cree, ya está condenado, por no haber creído, en el Hijo único de Dios”. (Juan 3, 14-18)
Lecturas consultadas en:
Id y enseñad,
La Biblia Latinoamérica,
La Biblia de las Américas y
Nuevo Misal del Vaticano II

Jesús y Nicodemo:
hay que nacer de nuevo
(Juan 3)
¡Así amo Dios, al mundo! Le dio al Hijo Unico, para que, quien cree en Él, no se pierda, sino que tenga vida eterna. (Versículo 16)
¡Tanto amó Dios, al mundo!
En el Evangelio de este domingo, encontramos, una de las frases absolutamente más bellas y consoladoras de la Biblia: Tanto amó Dios, al mundo, que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en Él, no perezca, sino que tenga vida eterna.
Para hablarnos de su amor, Dios, se ha servido de las experiencias de amor, que el hombre tiene en el ámbito natural. Dante dice, que en Dios existe, como atado en un único volumen, lo que en el mundo, se desencuaderna. Todos los amores humanos –conyugal, paterno, materno, de amistad- son páginas de un cuaderno o chispas de un incendio, que tienen en Dios su fuente y plenitud.
Ante todo, Dios, en la Biblia, nos habla de su amor, a través de la imagen del amor paterno. El amor paterno, está hecho de estímulos, de impulsos. El padre, quiere hacer crecer al hijo, empujándole a que dé lo mejor de sí. Por ello, difícilmente, un padre alabará al hijo incondicionalmente, en su presencia. Teme que se crea cumplido y no se esfuerce más. Un rasgo del amor paterno, es también la corrección. Pero un verdadero padre es, asimismo, aquel que da libertad, seguridad al hijo, que le hace sentirse, protegido en la vida. He aquí, por qué Dios se presenta al hombre, a lo largo de toda la revelación, como su roca y baluarte; fortaleza siempre cerca, en las angustias.
Otras veces, Dios, nos habla con la imagen del amor materno. Dice: ¿Acaso, olvida una mujer a su niño, sin compadecerse del hijo de sus entrañas? Pues, aunque ésas llegasen a olvidar, yo no te olvido (Isaías 49, 15). El amor de la madre, está hecho de acogida, de compasión y de ternura; es un amor, entrañable. Las madres, son siempre, un poco cómplices de los hijos y con frecuencia, deben defenderles e interceder por ellos, ante el padre. Se habla siempre, del poder de Dios y de su fuerza; pero la Biblia, nos habla también, de una debilidad de Dios, de una impotencia suya. Es, la debilidad materna.
El hombre conoce por experiencia, otro tipo de amor, el amor de esposos, del cual se dice que, es fuerte como la muerte y cuyas llamas, son flechas de fuego (Cantares 8, 6). Y también, a este tipo de amor, ha recurrido Dios, para convencernos, de su apasionado amor por nosotros. Todos los términos típicos, del amor entre hombre y mujer, incluido el término seducción, son empleados en la Biblia, para describir el amor de Dios, por el hombre.
Jesús, llevó a cumplimiento, todas estas formas de amor, paterno, materno, de esposos (¡Cuántas veces, se ha comparado a un esposo!); pero, les añadió otra: el amor de amistad. Decía, a sus discípulos: No les llamo ya siervos... a ustedes, les he llamado amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre, se los he dado a conocer (Juan 15, 15).
¿Qué es, la amistad? La amistad, puede constituir un vínculo más fuerte, que el parentesco mismo. El parentesco consiste, en tener la misma sangre; la amistad, en tener los mismos gustos, ideales, intereses. Nace de la confidencia, esto es, del hecho de que confío a otro, lo más íntimo y personal, de mis pensamientos y experiencias.
Ahora, Jesús explica, que nos llama amigos, porque todo lo que Él, sabía de su Padre celestial, nos lo ha dado a conocer, nos lo han confiado. ¡Nos ha hecho partícipes, de los secretos de familia, de la Trinidad! Por ejemplo, del hecho de que Dios, prefiere a los pequeños y a los pobres, de que nos ama como un papá, de que nos tiene preparado un lugar. Jesús, da a la palabra amigos, su sentido más pleno.
¿Qué, debemos hacer, después de haber recordado este amor? Algo sencillísimo: creer en el amor de Dios, acogerlo; repetir conmovidos, con San Juan: ¡Nosotros hemos creído, en el amor que Dios nos tiene! (1 Juan 4, 16).
Adaptación del texto de la homilía del P. Raniero Cantalamessa, ofmcap
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