Todo fue hecho por medio de Él y en vista de Él - Cristo y la Creación (4 - final) T-62. 31-10-202
- Eduardo Ibáñez García
- 30 oct 2020
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 3 dic 2020
Todo fue hecho por medio de Él y en vista de Él
Cristo y la Creación
Por Raniero Cantalamessa,
Predicador de la Casa Pontificia

Son dos las meditaciones, en las que me propongo, situar a la Persona divino-humana de Cristo, en el centro de los dos grandes componentes que, juntamente, constituyen lo real, es decir, el cosmos y la historia, el espacio y el tiempo, la creación y el hombre. Debemos tomar nota, en efecto, de que a pesar de todo lo que se habla de Él, Cristo es un marginado en nuestra cultura. Está totalmente ausente —y por motivos más que comprensibles— en los tres principales diálogos, donde la fe tiene el compromiso, con el mundo contemporáneo: con la ciencia, con la filosofía y aquel, entre las religiones.
Sin embargo, el objetivo último, no es de orden teórico, sino práctico. Se trata, de volver a situar a Cristo, ante todo, en el centro de nuestra vida personal y de nuestra visión del mundo; en el centro, de las tres virtudes teologales de fe, esperanza y caridad. La Navidad es la época más propicia para semejante reflexión, puesto que en ella recordamos el momento en que el Verbo se hace carne, que entra, también físicamente en la creación y en la historia, en el espacio y en el tiempo.
4. Cómo actúa Cristo, en la creación
Queda una pregunta que es la más importante de todas, cuando se trata de ecología ¿Tiene Cristo, algo que decir también, sobre los problemas prácticos que el reto ecológico plantea a la humanidad y a la Iglesia?¿En qué sentido podemos decir que Cristo, que actúa a través de su Espíritu, es el elemento clave para un sano y realista ecologismo cristiano?

Yo creo que sí; Cristo desempeña una función decisiva también, sobre los problemas concretos de la salvaguarda de lo creado, pero la desarrolla de manera indirecta, trabajando sobre el hombre y —a través del hombre— sobre la creación. La desarrolla con su Evangelio, que el Espíritu Santo recuerda a los creyentes; y hace vivo y operante en la historia, hasta el fin del mundo (Juan 16, 13). Ocurre, como al comienzo de la creación, Dios crea el mundo; y confía su custodia y salvaguardia al hombre. La Plegaria Eucarística IV, lo expresa así:
A imagen tuya creaste al hombre
y le encomendaste el universo entero
para que, sirviéndote solo a ti, su Creador,
dominara todo lo creado.
La novedad traída por Cristo a este campo, es que Él ha revelado el verdadero sentido de la palabra dominio, como es entendido por Dios, es decir, como servicio. Dice en el Evangelio:
Saben que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre nosotros: el que quiera ser grande entre nosotros, que sea su servidor; y el que quiera ser primero entre nosotros, que sea su esclavo. Igual que el Hijo del hombre, no ha venido a ser servido sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos (Mateo 20, 25-28).

Todas las motivaciones que los teólogos han intentado dar a la encarnación, al porqué Dios se ha hecho hombre, se rompen ante la evidencia de esta declaración: He venido para servir y para dar la vida

por muchos. Se trata de aplicar también, esta nueva idea de dominio a la relación con la creación, sirviéndose ciertamente de ella, pero también sirviéndola, es decir, respetándola, defendiéndola y protegiéndola de cualquier violación.

Cristo actúa en la creación, como actúa en el ámbito social, es decir, con su precepto del amor al prójimo. En relación al espacio, en sentido por así decirlo sincrónico, prójimo son aquellos que, aquí y ahora, viven junto a uno; en relación al tiempo, en sentido diacrónico, prójimos son los que vendrán detrás de nosotros, empezando por los niños y jóvenes de hoy, a quienes les estamos quitando la posibilidad, de vivir en un planeta habitable, sin tener que ir por ahí con una máscara en la cara, para respirar o fundar colonias en otros planetas. De todos estos prójimos, en el espacio y en el tiempo, Jesús dijo: A mí me lo hicistes… A mí no me lo hicistes (Mateo 25, 40. 45).
Como todas las cosas, también el cuidado de la creación, se juega a dos niveles: a nivel global y a nivel local. Un dicho moderno exhorta a pensar globalmente, pero a actuar localmente: Think globally, act locally. Esto quiere decir que, la conversión debe comenzar por el individuo, es decir, por cada uno de nosotros. San Francisco de Asís, solía decir a sus frailes: Nunca he sido ladrón de limosnas, al pedirlas o usarlas más allá de su necesidad. Cogí siempre menos de lo que necesitaba, para que los demás pobres no fueran privados de su parte; porque hacer lo contrario, sería robar.
Hoy, esta regla podría tener, una aplicación muy útil para el futuro de la tierra. También nosotros, deberíamos proponernos: no ser ladrones de recursos, usándolos más de lo debido y sustrayéndolos así, para quien venga después de nosotros. Para empezar, nosotros que trabajamos normalmente con papel, podríamos tratar de no contribuir al enorme y descontrolado despilfarro, que se hace de esta materia prima, privando así a la madre tierra de algún árbol menos.
La Navidad, es una llamada fuerte a esta sobriedad y austeridad, en el uso de las cosas. Nos da ejemplo de ello el mismo Creador que, haciéndose Hombre, se contentó con un establo para nacer. Recordemos esos dos versos sencillos y profundos del canto, Tú bajas de las estrellas, de San Alfonso María de Ligorio: A ti que eres del mundo, el Creador –Faltan pañales y fuego, oh mi Señor.
Todos, creyentes y no creyentes, estamos llamados a comprometernos, con el ideal de la sobriedad y del respeto de la creación, pero nosotros cristianos, debemos hacerlo por un motivo y con una intención más y diferente. Si el Padre celestial hizo todo por medio de Cristo y en vista de Cristo, también nosotros debemos tratar, de hacer todas las cosas así: por medio de Cristo y en vista de Cristo, es decir, con su gracia y para su gloria. También, lo que hacemos en este día.
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