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Un misterio, cercano. (Homilía dominical)

  • Eduardo Ibáñez García
  • 29 may 2021
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 20 jul 2021

Dia del Señor


Tiempo Ordinario II – Ciclo B

Noveno domingo

30 de mayo 2021 La solemnidad, de la Santísima Trinidad

  • Primera lectura: Deuteronomio 4, 32-34. 39-40

Habló Moisés, al pueblo y le dijo: Graba hoy, en tu corazón, que el Señor, es el Dios del cielo y de la tierra; y que, no hay otro. Cumple sus leyes y mandamientos, que yo te prescribo hoy, para que seas feliz tú y tu descendencia; y para que vivas muchos años, en la tierra que el Señor, tu Dios, te da para siempre. (Deuteronomio 4, 39-40)

  • Salmo: 32, 4-6. 9. 18-20. 22

Dichoso el pueblo, escogido por Dios. Sincera, es la palabra del Señor y todas sus acciones, son leales. El ama la justicia y el derecho, la tierra, llena está de sus bondades. (Salmo: 32, 4-5)

  • Segunda lectura: Romanos 8, 14-17

San Pablo, apóstol de Jesucristo por voluntad de Dios, a los romanos les dice: Hermanos: Los que se dejan guiar, por el Espíritu de Dios, esos son hijos de Dios. No han recibido ustedes, un espíritu de esclavos, que los haga temer de nuevo; sino un espíritu de hijos, en virtud del cual, podemos llamar Padre, a Dios. El mismo Espíritu Santo, a una con nuestro propio espíritu, da testimonio, de que somos hijos de Dios. (Romanos 8, 14-16)

  • Evangelio: San Mateo 28, 16-20

El evangelista San Mateo, proclama que, los once discípulos, se fueron a Galilea y subieron al monte, en el que Jesús, los había citado. Al ver a Jesús, se postraron, aunque algunos titubeaban. Entonces, Jesús, se acercó a ellos y les dijo: “Me ha sido dado, todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, pues y enseñen a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándolas a cumplir, todo cuanto yo les he mandado; y sepan, que yo estaré con ustedes, todos los días, hasta el fin del mundo”. (Mateo 28, 16-20)


Lecturas consultadas en:


Id y enseñad,

La Biblia Latinoamérica,

La Biblia de las Américas y

Nuevo Misal del Vaticano II

 




La Santísima Trinidad

(Mateo 28)


“Bautícenlos, en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”. (Versículo 19)







 

Un misterio, cercano


La vida cristiana, se desarrolla totalmente, en el signo y en presencia de la Trinidad. En la aurora de la vida, fuimos bautizados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y al final, junto a nuestra cabecera, se recitarán las palabras: Marcha, oh alma Cristiana, de este mundo, en el Nombre de Dios, el Padre omnipotente, que te ha creado; en el nombre de Jesucristo, que te ha redimido; y en el nombre del Espíritu Santo, que te santifica.


Entre estos dos momentos extremos, se enmarcan, otros llamados de transición, que para un cristiano, están marcados, por la invocación de la Trinidad. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, los esposos, se unen en matrimonio y los sacerdotes, son consagrados por el obispo. En el pasado, en nombre de la Trinidad, comenzaban los contratos, las sentencias y todo acto importante, de la vida civil y religiosa.


No es verdad, por tanto, el que la Trinidad, sea un misterio remoto, irrelevante, para la vida de todos los días. Por el contrario, son las tres personas más íntimas, en la vida; no están fuera de nosotros, como sucede con la mujer o el marido, sino que, están dentro de nosotros. Hacen morada, en nosotros (Juan 14, 23), nosotros, somos su templo.


Pero ¿Por qué, creen los cristianos, en la Trinidad? ¿No es ya bastante difícil, creer que Dios existe, como para añadir también, que es uno y trino? ¡Los cristianos, creen que Dios, es uno y trino, porque creen, que Dios es amor! La revelación de Dios, como amor, hecha por Jesús, ha obligado, a admitir la Trinidad. No es, una invención humana.


Si Dios es amor, tiene que amar a alguien. No existe, un amor al vacío, sin objeto. Pero ¿A quién ama Dios, para ser definido como amor? ¿A los hombres? Pero, los hombres existen, tan sólo, desde hace unos millones de años, nada más. ¿Al cosmos? ¿Al universo? El universo existe, sólo desde hace, algunos miles de millones de años. Antes ¿A quién amaba Dios, para poder definirse amor? No podemos decir, que se amaba a sí mismo, porque esto no sería amor, sino egoísmo o narcisismo.


Esta es, la respuesta de la revelación cristiana: Dios es amor, porque desde la eternidad, tiene en su seno, un Hijo, el Verbo, al que ama con un amor infinito; es decir, con el Espíritu Santo. En todo amor, siempre hay tres realidades o sujetos: uno que ama, uno que es amado y el amor, que les une. El Dios cristiano, es uno y trino, porque es comunión de amor. En el amor, se reconcilian entre sí, unidad y pluralidad; el amor, crea la unidad, en la diversidad: unidad de propósitos, de pensamiento, de voluntad; diversidad de sujetos, de características; y, en el ámbito humano, de sexo. En este sentido, la familia, es la imagen, menos imperfecta de la Trinidad. No es casualidad, que al crear la primera pareja humana, Dios dijera: Hagamos al ser humano, a nuestra imagen, como semejanza nuestra (Génesis 26-27).


Según los ateos modernos, Dios no sería más, que una proyección, que el hombre, se hace de sí mismo; como uno que confunde, con una persona diversa, su propia imagen, reflejada en un arroyo. Esto, puede ser verdad, con respecto, a cualquier otra idea de Dios; pero no, con respecto al Dios cristiano ¿Qué necesidad, tendría el hombre, de dividirse a sí mismo, en tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo, si verdaderamente Dios, no es más que la proyección, que el hombre hace de su propia imagen? La doctrina de la Trinidad es, por sí sola, el mejor antídoto al ateísmo moderno.


¿Te parece, demasiado difícil todo esto? ¿No has, comprendido mucho? Te diría, que no te preocupes. Cuando uno está, en la orilla de un lago o de un mar; y se quiere saber, lo que hay del otro lado, lo más importante, no es agudizar la vista y tratar de otear el horizonte; sino subirse a la barca, que lleva a esa orilla. Con la Trinidad, lo más importante, no es elucubrar sobre el misterio; sino permanecer en la fe de la Iglesia, que es la barca, que lleva a la Trinidad.


Adaptación del texto de la homilía del

P. Raniero Cantalamessa, ofmcap




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