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Yo, soy el Buen Pastor. (Homilía dominical)

  • Eduardo Ibáñez García
  • 24 abr 2021
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 20 jul 2021

Dia del Señor


Tiempo de Pascua de Resurrección – Ciclo B

Cuarto domingo

25 de abril 2021

  • Primera lectura: Hechos de los apóstoles 4, 8-12

San Lucas, nos dice que, Pedro, lleno del Espíritu Santo, a los ancianos y al pueblo, les dijo: …este hombre, ha quedado sano, en el nombre de Jesús de Nazaret, a quien ustedes crucificaron y a quien Dios, resucitó de entre los muertos... Ningún otro puede salvarnos, pues en la tierra, no existe ninguna otra persona, a quien Dios haya constituido, como salvador nuestro. (Hechos 4, 8. 10. 12)

  • Salmo: 117, 1. 8-9. 21-23. 26. 28. 29

La piedra, que desecharon los constructores, es ahora la piedra angular. Te doy gracias, Señor, pues me escuchaste y fuiste para mí la salvación. La piedra, que desecharon los constructores, es ahora la piedra angular. Esto es obra, de la mano del Señor, es un milagro patente. (Salmo: 117, 21-23)

  • Segunda lectura: 1 Juan 3, 1-2

San Juan, apóstol de Jesucristo, nos dice: Queridos hijos: Miren cuánto amor, nos ha tenido el Padre, pues no sólo nos llamamos hijos de Dios, sino que lo somos. Si el mundo no nos reconoce, es porque tampoco, lo ha reconocido a él. Hermanos míos, ahora somos hijos de Dios, pero aún no se ha manifestado, cómo seremos al fin. Y ya sabemos que, cuando él se manifieste, vamos a ser semejantes a él, porque lo veremos tal cual es. (1 Juan 3, 1-2)

  • Evangelio: San Juan 10, 11-18

El evangelista San Juan, proclama que, Jesús, dijo a los fariseos: “Yo, soy el buen pastor. El buen pastor, da la vida por sus ovejas. En cambio, el asalariado, el que no es el pastor, ni el dueño de las ovejas, cuando ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; el lobo se arroja sobre ellas y las dispersa, porque a un asalariado, no le importan las ovejas. Yo, soy el buen pastor, porque conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí, así como el Padre, me conoce a mí y yo, conozco al Padre. Yo, doy la vida por mis ovejas. Tengo además otras ovejas, que no son de este redil y es necesario, que las traiga también a ellas; escucharán mi voz y habrá un solo rebaño y un solo pastor.”. (Juan 10, 11-16)


Lecturas consultadas en:


Id y enseñad,

La Biblia Latinoamérica,

La Biblia de las Américas y

Nuevo Misal del Vaticano II

 



Yo, soy el Buen Pastor

(Juan 10)


Jesús, les dijo: “Yo, soy el buen pastor. El buen pastor, da su vida por las ovejas”. (Versículo 11)





 

Yo, soy el Buen Pastor


Se llama al IV domingo, del tiempo pascual, Domingo, del Buen Pastor. Para comprender, la importancia que tiene en la Biblia, el tema del pastor, hay que remontarse a la historia. Los beduinos del desierto, nos brindan hoy, una idea de la que fue, en un tiempo, la vida de las tribus de Israel. En esta sociedad, la relación entre pastor y rebaño, no es sólo de tipo económico, basada en el interés. Se desarrolla una relación, casi personal, entre el pastor y el rebaño. Pasan días y días juntos, en lugares solitarios, sin nadie más alrededor. El pastor, acaba conociendo todo, de cada oveja; la oveja reconoce y distingue entre todas, la voz del pastor, quien frecuentemente, habla con las ovejas.


Esto explica, por qué Dios, se ha servido de este símbolo, para expresar su relación con la humanidad. Uno de los salmos, más bellos del salterio, describe la seguridad del creyente, de tener a Dios como pastor: El Señor, es mi pastor, nada me falta...


Posteriormente, se da el título de pastor, por extensión, también a quienes hacen las veces de Dios, en la tierra: los reyes, los sacerdotes, los jefes en general. Pero en este caso, el símbolo se divide: ya no evoca, sólo imágenes de protección, de seguridad; sino también, las de explotación y opresión. Junto a la imagen del buen pastor, hace su aparición la del mal pastor, la del mercenario. En el profeta Ezequiel, encontramos una terrible acusación, contra los malos pastores, que se apacientan sólo a sí mismos, y a continuación, la promesa de Dios, de ocuparse Él mismo, de su rebaño (Ezequiel 34, 1-31).


Jesús, en el Evangelio, retoma este esquema del buen y mal pastor, pero con una novedad: ¡Yo, -dice- soy el Buen Pastor! La promesa de Dios, se ha hecho realidad, superando cualquier expectativa. Cristo, hace lo que ningún pastor, por bueno que fuera, estaría dispuesto a hacer: Yo, doy mi vida, por las ovejas.


El hombre de hoy, rechaza con desdén, el papel de oveja y la idea de rebaño, pero no se percata, de que está completamente dentro. Uno de los fenómenos, más evidentes de nuestra sociedad, es la masificación. Nos dejamos guiar, de manera supina, por todo tipo de manipulación y de persuasión oculta. Otros, crean modelos de bienestar y de comportamiento, ideales y objetivos de progreso; y nosotros, los seguimos; vamos detrás, temerosos de perder el paso, condicionados y secuestrados, por la publicidad. Comemos, lo que nos dicen; vestimos, como nos enseñan; hablamos, como oímos hablar, por eslogan. El criterio, por el que la mayoría se deja guiar, en las propias opciones, es el Così fan tutti (Todos, son así) de mozartiana memoria.


Miren, cómo se desarrolla la vida de la multitud, en una gran ciudad moderna: es la triste imagen, de un rebaño que sale junto, se agita y se amontona a hora fija, en los vagones del tren y del metro; y después, por la tarde, regresa junto al redil, vacío de sí y de libertad. Sonreímos divertidos, cuando vemos una filmación a cámara rápida, con las personas que se mueven a saltos, velozmente, como marionetas; pero es la imagen, que tendríamos de nosotros mismos, si nos miráramos con ojos menos superficiales.


El Buen Pastor, que es Cristo, nos propone hacer con Él, una experiencia de liberación. Pertenecer a su rebaño, no es caer en la masificación, sino ser preservados de ella. Donde está el Espíritu del Señor, allí está la libertad (2 Corintios 3, 17), dice San Pablo. Allí, surge la persona, con su irrepetible riqueza y con su verdadero destino. Surge, el hijo de Dios, aún escondido, del que habla, la segunda carta de este domingo: Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado, lo que seremos.


Adaptación del texto de la homilía de P. Raniero Cantalamessa, ofmcap



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